Hondureña será galardonada en España tras salvar a discapacitada de las vías del tren

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***La muestra de valentía de la hondureña de 43 años, sencilla y de acento dulce, para salvar a una joven en silla de ruedas que cayó a las vías del tren fue impresionante.

Tegucigalpa, Honduras

La hondureña Brenda Julissa Santos protagonizó un acto de verdadero heroísmo cuando salvó a una joven con discapacidad que cayó a las vías del metro y ella sin pensarlo se lanzó para rescatarla de morir arrollada por la máquina de transporte público.

Según la historia del diario EL CORREO, de Bilbao, España, la compatriota regresaba en metro del culto dominical en una iglesia de Bilbao hacia su domicilio en Algorta junto a su dos hijas y una sobrina cuando el convoy paró en la estación getxotarra de Aiboa y se convirtió en heroína.

La muestra de valentía de la hondureña de 43 años, sencilla y de acento dulce, para salvar a una joven en silla de ruedas que cayó a las vías del tren fue impresionante. Casi dos meses después de la hazaña ha narrado aquellos segundos de escalofrío en los que no pensó en el riesgo que corría, sino en “ayudar a una chica” que no podía moverse y estaba a punto de ser arrollada.

El accidente ocurrió el 3 de noviembre, pasadas las 5:00 de la tarde. Brenda Julissa viajaba en el primer vagón reservado para cochecitos de bebés y sillas de ruedas con su pequeña de dos años dormida en el carrito, su hija mayor de 15 y su sobrina de 12. Iba de espaldas a la puerta por lo que no vio a la pasajera discapacitada salir del vagón, relata EL CORREO.

CAE A LAS VÍAS

En el tramo de la estación de Aiboa el andén es muy estrecho. La joven con problemas de movilidad perdió el control de la silla de ruedas y, tras un frenazo brusco, salió despedida. “Solo escuché gritar angustiada a una señora: ‘¡se ha caído a la vía!, ¡se ha caído a la vía!’”, evoca la hondureña. No lo pensó, salió del vagón, se acercó al borde del andén, vio a la chica tendida junto a los raíles y saltó a ayudarla.

“Le pregunté si podía moverse y me dijo que no. Comencé a arrastrarla hasta el borde del andén para subirla pero no podía con ella. Entonces escuché el tren, vi que se acercaba y le hice gestos para que parara”, cuenta la mujer, menuda y de aspecto frágil. Pese a que el conductor frenó de emergencia y redujo la velocidad, el convoy se les echaba encima.

En Aiboa, prosigue EL CORREO, desde que la unidad que circula hacia Bilbao toma la curva y se hace visible la estación hasta que llega al andén pasan pocos segundos. Brenda Julissa tenía espacio suficiente a un lado de las vías para ponerse a salvo, pero no podía cargar con la joven hasta allí. Y no iba a abandonarla. Vio el hueco, de apenas 30 centímetros, que queda bajo la visera del andén, y la arrastró hasta colocarse dentro.

A SALVO

“Le recogí las piernas y me tumbé encima de ella para protegerla. Fue todo muy rápido, teníamos ya el metro a punto de alcanzarnos”, recuerda. Allí agazapadas, la joven con discapacidad comenzó a llorar aterrada al oír al tren tan cerca. “Le dije: ‘cálmate, que no nos va a atropellar, que estamos a salvo’.

El convoy las rebasó antes de poder parar y las dejó atrapadas y ocultas entre el andén y la unidad. La terrible escena la contempló su hija, muy asustada, desde el andén. Por unos segundos que se hicieron eternos, la adolescente no sabía si el metro había arrollado a su madre y comenzó a llamarle angustiada. “Oía que ella me gritaba ¡mami!, ¡mami! Yo le dije: ‘¡estamos bien, tranquila, pide que muevan hacia atrás el metro para que podamos salir!’, cuenta.

El conductor retiró el convoy y les ayudó a subir de las vías al andén. Brenda Julissa y su hija se abrazaron entre lágrimas. El otro metro continuaba también parado en la estación, con la pequeña de 2 años dormida en su sillita en el vagón, ajena a que su madre acababa de arriesgar su vida para salvar a una persona en peligro.

“El conductor del metro que iba hacia Algorta nos dijo que debía continuar el trayecto, así que me monté y nos fuimos”. Solo tuvo unos minutos para hablar con la joven a la que había rescatado. “Estaba muy nerviosa, llamó por teléfono a su madre y le contó que había tenido un accidente ‘muy grave’. Yo le dije que la tranquilizara y le aclarara que estaba bien, que la iba a asustar”.

Poco después llegó la ambulancia para atender a la pasajera accidentada, que sufrió golpes y magulladuras.

MEDALLA AL MÉRITO

De camino a casa, la hija de Brenda Julissa continuaba muy afectada y nerviosa. Emocionada, a la hondureña se le quiebra la voz, al evocar la frase que le dijo su niña: “Mamá, no pensaste en mí”. “Le expliqué que vi a la chica tirada en la vía sin poder moverse y, no tuve en cuenta el riesgo, solo quise ayudarla”, repone.

Ahora sí es consciente de que “podía haber muerto” y llora al pensar en sus niñas y la tragedia que estuvo a punto de ocurrir. Pero pasado el susto, su hija ha comprendido el enorme gesto solidario de su madre. “Al día siguiente sus profesores hablaron con ella y le dijeron que debía sentirse muy orgullosa de tener una madre tan valiente”, recuerda satisfecha.

La mujer humilde que trabaja de empleada de hogar y vive en un piso alquilado con sus hijas, solo contó lo ocurrido a sus dos hermanos, que también residen en Algorta. Cuando vio la noticia de su hazaña en EL CORREO, supo que el Metro la buscaba para agradecerle una acción que los propios responsables de la empresa pública de transportes calificaron de “heroica”. La compañía le organizó un acto de reconocimiento, que Brenda Julissa también prefirió mantener en privado.

Ahora el gobierno vasco va a premiar de forma pública su valentía con la medalla al Mérito de Emergencias y Protección Civil con distintivo rojo –el máximo nivel– el próximo mes de febrero. El Departamento de Seguridad concede la distinción por “actuaciones que pongan de manifiesto cualidades excepcionales de entrega, valor, espíritu humanitario o solidaridad ante una situación de emergencia en la que peligren personas”.

La solidaridad de Brenda Julissa tiene más mérito aún en sus circunstancias. Llegó al País Vasco en 2007 para trabajar y labrarse un futuro, huyendo de la pobreza y la delincuencia. Pero la realidad no ha sido la que soñaba cuando salió de Honduras tras dejar su empleo en una fábrica textil del municipio de Choloma, en el norteño departamento de Cortés.

Nunca pensó que en Euskadi también sufriría dificultades económicas y que le iba a resultar tan duro sacar adelante a su familia. “Pero estoy contenta solo con que mis hijas crezcan en un lugar seguro y puedan estudiar y tener una vida mejor”, se alegra con su natural sencillez. Ella aspira a lograr la nacionalidad española y contar con más oportunidades para progresar. EL CORREO/Hondudiario

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