*** Ni una sola parada de Pickford ni una tampoco de Sommer, entre bostezos en la grada, en todo el primer acto.
[su_heading]Tegucigalpa, Honduras[/su_heading]
Cuando va por detrás en el marcador, Inglaterra se transforma, nada espléndido, pero su ambición rebasa sus miedos, liberada cuando siente que no tiene nada que perder ni guardar, resurgida cuando se ve contra las cuerdas, como ocurrió antes en octavos y ahora en cuartos ante Suiza, a la que ganó a contracorriente, con el 1-1 de Bukayo Saka en el minuto 80, y con más acierto en la decisiva tanda de penaltis.
Lanzó primero Inglaterra. Gol de Palmer. Después Suiza. Paró Pickford el tiro de Akanji. Después anotó Bellingham, con una pena máxima perfecta. Igual que lo hizo Schär justo después. O Saka para el 3-1 para su equipo al ecuador de la tanda. Shaqiri puso el 3-2. Quedaban dos lanzamientos para cada uno. Ivan Toney marcó el siguiente. También Amdouni. Y sentenció Alexander Arnold. Está en semifinales. No es favorito ante nadie.
Ni una sola parada de Pickford ni una tampoco de Sommer, entre bostezos en la grada, en todo el primer acto. No cambió su sistema Southgate como se preveía en la víspera, de nuevo con una línea de cuatro atrás, con Walker por la derecha y Trippier por la izquierda, pero con matices: la intervención de Foden en la creación. Prometió al principio, se diluyó después, en cuanto Suiza también comprendió que el atacante ahí es menos incordio.
En cuanto el conjunto helvético se liberó de sus temores del primer tiempo, visto lo visto de Inglaterra, y se propuso dar un paso más descubrió aún más todos los miedos de Inglaterra. Un equipo empequeñecido en torno a su área, expectante, encomendado al contraataque, a una individualidad, se llame Bellingham, Foden o Kane. Su único anhelo.
Mientras intervino Pickford atento, sin una parada de verdad, a la agitación de Embolo en sendas inquietudes dentro del área inglesa, su equipo jugaba sin alma, pero también sin la preparación ni los mecanismos suficientes para tener otro plan que esperar cualquier error, cualquier individualidad, cualquier golpe del destino que lo enviara de pronto a semifinales.
Tentada la suerte tantas veces, su esfuerzo es lo único que está a la altura del nivel de aspirante a la Eurocopa que pone en su cartel desde que aterrizó en Alemania. Los suplentes, además, casi ni cuentan para Southgate, que otra vez rebasó los 70 minutos de tostón absoluto, disfuncional como equipo, sin una sola variante desde el banquillo. Las tiene (Cole Palmer, Eberechi Eze, Ollier Watkins, Jarrod Bowen o Ivan Toney). No las utiliza.
Y, cuando se juega tan al límite, sin nada que ofrecer, pasó lo que le pasó a Inglaterra. Un nuevo ataque de Suiza, uno de tantos otros en el segundo tiempo, terminó adentro del área con el centro de Ndoye, el despeje fallido de Stones y el oportuno remate de Embolo para decirle a Inglaterra y Southgate que su ciclo está agotado. Ya lo estaba desde hace tiempo.
Con el 0-1, inmediatamente después, sí hizo cambios Southgate. Quitó a Trippier, a Mainoo y Konsa, entre la inaudita zozobra de Inglaterra, que, por otro lado, tiene fortuna. Es indiscutible. También calidad. En esa combinación, de pronto, Saka, que lo había hecho casi todo mal en ataque, se sacó un tiro con la izquierda junto al poste de Sommer, que sólo observó el empate, sin respuesta, para forzar una prórroga que, antes, no mereció.
Por fin, allá por el minuto 96, ya en el tiempo extra, Inglaterra provocó una parada de Sommer, con un derechazo desde 30 metros de Rice. Como cuando vislumbró de nuevo su caída, fue un rato el equipo que no soporta perder más que el que se conforma con empatar, rumbo a la tanda de penaltis decisiva, con el susto de un córner directo de Shaqiri al larguero. Y, por fin, venció. Otra vez, al límite. Ahora, Países Bajos o Turquía. EFE