***Moradores en el Refugio de Vida Silvestre Cuero y Salado, Atlántida, demandan al gobierno y la cooperación internacional apoyar más las tareas de salvaguardo y vigilancia.
[su_pullquote]Por: Josué Quintana Gómez[/su_pullquote][su_heading]La Ceiba, Honduras[/su_heading]
Las comunidades locales son actores clave para la protección de las áreas protegidas y su biodiversidad, por ello conscientes de ese compromiso en el Refugio de Vida Silvestre Barras de Cuero y Salado (RVSBCS), departamento de Atlántida, los mismos moradores piden que se trabaje en equipo para garantizar la permanencia del manatí antillano (Trichechus manatus manatus), el animal más representativo en la zona.
José Paz (45 años), un guía local que atiende a turistas en Salado Barra (El Porvenir, Atlántida), recuerda que en su niñez el manatí era cazado por los comunitarios para comerlo porque supuestamente “tenía siete tipos de carne”, algo absurdo a su juicio.
Valora que las capacitaciones y otras actividades de educación ambiental impulsadas por la Fundación Cuero y Salado (FUCSA) dieron resultados, porque ahora el animal sirve como atractivo turístico, pero cree que se deben masificar estas acciones.
“Me he encariñado tanto del manatí que lo veo como si fuera parte de mi familia y creo que hay más gente en la comunidad (Salado Barra) que sienten lo mismo. Aún hay quienes desconocen la importancia de esta especie y tienden a perjudicarlos, quizás sin querer, pero hacen actividades en el ambiente que no son adecuadas para el manatí”, comenta.
Agrega, qué, personalmente encontró manatíes muertos y le tocó revisarlos varias veces; “en la mayoría de los casos no se les encuentran golpes, ni perforaciones de bala, ni arpones. A veces pienso que se están utilizando muchas redes como los trasmallos; en algunos casos el atropellamiento de las lanchas que andan con motores veloces”.
El guía y padre de familia, José Paz, tiene claro que el trabajo en equipo entre los lugareños y el Comité Nacional del Manatí Antillano (CNMA) permitirán que se proteja y conserve mejor al manatí, un animal que puede convertirse en un agente de desarrollo por ser un atractivo y especie de gran valor científico.
“Mi visión siempre ha sido la de conservar el hábitat del manatí y todas las demás especies, está claro que muchos turistas nacionales y extranjeros vienen a visitarnos por este animalito. Sería bueno apoyar más acciones para la conservación de su hábitat, incluso expandir sus zonas de alimento porque hay lados donde ya no están las plantas que ellos comen”, propone.
“Creo que aún falta más presencia de los agentes de protección en el área, hay que hacerle más conciencia a la gente para que todos nos involucremos y tratemos de conservar”, concluye.
Un aliado para atraer desarrollo
En la comunidad de Boca Cerrada (La Másica, Atlántida), donde desemboca el río Cuero, también ven a las “vacas marinas” como un agente que puede generar oportunidades de desarrollo, debido al potencial ecoturístico de la zona, la menos explorada actualmente por los turistas que visitan el refugio.
Carlos Martínez (49 años), un jefe de hogar y pescador que faena hace 40 años, cuenta que en su sector la mayoría de vecinos están comprometidos con la protección del manatí, ya que es un atractivo y una especie protegida a nivel nacional e internacional.
“El manatí es un animalito inofensivo, por medio de él podemos desarrollar el turismo en nuestra comunidad, no hay que hacerles daños. Cuando estos animalitos salen a otras zonas que no son reservas las personas no tienen la visión de cuidarlos, les digo que no los molesten, ellos no se meten con nadie.”
Cuenta que los animales son muy vulnerables afuera de las áreas protegidas y hay algunos incidentes de cacería, pero en zonas aledañas. “Las autoridades superiores deben de poner su mano en ese problema (cacería), para que haya mejor protección para el manatí. Se tiene que hay aplicar la Ley”, pide.
“No creo en los mitos del manatí, puros cuentos. En 1987 aquí fue declarado como refugio de vida silvestre, yo tenía 12 años, pero antes de la declaración nuestros antepasados lo cazaban, de pequeño lo comí y no recuerdo que tuviera siete tipos de carne. Desde que aquí se decretó como zona de reserva se aplacó todo eso”.
Martínez insiste que es frecuente ver al manatí antillano en la desembocadura del Río Cuero, por lo que invita a los amantes del ecoturismo para que visiten su comunidad, Boca Cerrada, en La Másica, departamento de Atlántida.
“En lo particular pienso que es un animal que puede atraer el turismo, yo sé que si esa actividad se comienza a realizar acá muchos más vendrían, hay que tener en cuenta que el manatí no está en todo el país y nosotros somos dichosos de tenerlo en nuestra comunidad”, concluye.
Más vigilancia, una necesidad del refugio
El RVSBCS fue declarado como tal en 1987 (Decreto Legislativo 99-87) y el manatí antillano es uno de sus principales objetos de conservación, además, fue adscrito en 1993 a la Convención de Ramsar que tiene como fin proteger a los humedales más importantes del mundo, es el Sitio 619.
El santuario posee un área total de 13,225 hectáreas, con un perímetro de 66.55 kilómetros. Se estima que 7,993 hectáreas corresponden a la parte terrestre y otras 5,232 son marinas, todas custodiadas por una unidad de la Fuerza Naval y un par de guarda-recursos.
Javier Maradiaga (52 años), un morador en Boca del Toro (San Francisco, Atlántida), es uno de los guardas comunitarios del refugio y admite que las acciones de protección deben fortalecerse por parte de las autoridades gubernamentales, porque necesitan más logística, presupuestos, personal de vigilancia y que se aplique la Ley eficazmente.
“Se requiere más colaboración, necesitamos que manden a unos cuatro guardas más, aunque eso implica grandes gastos porque los patrullajes tienen un costo tremendo por el combustible, la alimentación y otras cosas logísticas. FUCSA no tiene la capacidad para cubrir todo y por eso es necesario el apoyo nacional e internacional”, manifiesta.
El guarda-recursos agrega que es urgente las autoridades civiles y judiciales “se comprometan con la protección porque cuando se resguarda a una especie como el manatí, debemos involucrarnos todos, organizaciones, municipalidades, el mismo gobierno”.
Maradiaga valora que, FUCSA hizo “un gran trabajo” en charlas y educación ambiental con niños y jóvenes sobre la protección del manatí, pero debe haber un compromiso, no solamente de la Fundación, sino que de las mismas comunidades y autoridades competentes.
“Es un animal que lo hemos venido protegiendo desde hace bastantes años, recuerdo que en mi infancia había cazadores y la gente decía que le gustaba su carne. Cuando vino la Fundación (FUCSA) la gente tomó respeto porque ya sabían que cazar un manatí es delito”, ultimó.
Juristas conocedores en materia ambiental concluyen que los operadores de justicia deben comprometerse “de verdad” para reducir la impunidad en materia ambiental, para que se castigue a los infractores de la Ley.
Los artículos 330 y 331 del Código Penal vigente en Honduras tipifican las penas por capturas y daños a la biodiversidad, que van desde los seis meses hasta los tres años de cárcel, y que pueden ser agravadas en un tercio cuando la incidencia ocurra dentro de áreas protegidas. Fotos: Jorge Vásquez