INDEPENDENCIA NACIONAL; Unidad y solidaridad del pueblo para dignificar su vida en sociedad, con desarrollo sostenible y bien común progresivo, en república libre, democrática y pluralista.
Por: Roberto Herrera Cáceres
Nuestra Patria cumple 201 años en independencia meramente nominal. Su declaratoria, fue pensada como piedra angular para lograr, con gobiernos propios, la transformación de la injusta realidad de vida social que entonces prevalecía; fue esa transformación por la que lucharon los próceres hondureños, y a la que se dio forma, clara y precisa, de normas jurídicas en nuestras constituciones.
En efecto, la independencia nacional es acto superior del ejercicio del derecho del pueblo a decidir libremente la forma de Estado y de gobierno que es condición esencial para garantizar y promover realmente el bienestar y la dignidad humana, en una sociedad determinada. Decisión que se cristalizó como norma constitucional imperativa, pero que ha sido históricamente vulnerada o incumplida. Evidencia es la angustiante y creciente pobreza, exclusión y desigualdad de nuestro pueblo; así como la inseguridad social, cultural, económica, política, ecológica y ambiental que lleva inclusive al riesgo de privar a grupos poblacionales, en determinadas circunstancias, de sus propios medios de subsistencia.
En consecuencia, es tiempo que hagamos y rindamos responsablemente cuentas cívicas y que tomemos conciencia del riesgo acumulativo de los males públicos que angustian y desaniman a la mayoría de nuestro pueblo, obligando a significativos desplazamientos internos o migraciones forzosas, al colocar a las personas en situación de dependencia ante graves amenazas a su seguridad humana, por la falta de empoderamiento personal y colectivo por parte principal de los servidores del Estado, de los objetivos de dignidad humana y bienestar común que fundamentan la independencia declarada y constitucionalmente regulada para orientar el funcionamiento del Estado y de la sociedad, sin que ello sea aún obedecido.
El incumplimiento de dichas normas constitucionales por los servidores públicos y su tolerancia por la sociedad: revela la causa fundamental de la situación actual de injusticia social y la necesidad de iniciar la transformación, desde las familias en las comunidades locales, con vista a una preparación para la vida en sociedad, con ejercicio responsable de los derechos y debido cumplimiento de los deberes humanos, en un espíritu solidario de respeto mutuo de la dignidad individual y de la población.
La indiferencia social del pasado debe terminar y reemplazarse por actitudes y comportamientos proactivos de la ciudadanía para hacer factible la vida con dignidad y bien común en la comunidad local y nacional: velando por el desempeño de los cargos públicos con capacidad y conciencia de la importancia de la buena gestión del mismo; contribuyendo, desde la sociedad, con los gobiernos, mediante la creación, fomento y disfrute de oportunidades y posibilidades de empleo decente y trabajo productivo que dinamice el crecimiento económico inclusivo y equitativo, con aprovechamiento racional de nuestras riquezas y recursos naturales, nuestra posición geográfica, nuestras capacidades y potencialidades.
Para lograrlo, necesitamos fomentar un modelo de sociedad solidaria y educada sobre bases de derechos humanos y cultura democrática como fuente segura de generación de fuerzas vitales construir democráticamente el diseño constitucional de Honduras que no se ha aplicado, a pesar de su obligatoriedad.
En nuestra Constitución de la República, ese diseño determina la organización de Honduras como Estado de Derecho, soberano, constituido y a ser fortalecido como república libre, soberana e independiente, con gobiernos pluralistas de unidad nacional que – afirmando la democracia, la seguridad, la estabilidad, la paz y el desarrollo – aseguren el bien común de toda la gente y con su participación, avanzando así decididamente hacia el fin supremo y permanente de respetar, promover y proteger la dignidad humana de todas las personas que habitamos Honduras
Construir ese diseño es posible con voluntad determinada de contribuir a que cada quien viva su dignidad humana, en un ambiente de seguridad que nos libere del temor de la violencia y de la pobreza, mediante nuestra participación activa en el crecimiento económico inclusivo y en la libre y racional disposición de nuestras riquezas y recursos naturales para alimentar nuestro desarrollo sostenible y el bienestar progresivo en nuestras condiciones de vida, con equidad de género, respeto al pluralismo ideológico, a la libertad, a la igualdad, a la no discriminación, a la diversidad, a la protección de nuestros pueblos indígenas y afro hondureños, y a relaciones armónicas con la naturaleza.
Urge que las personas de todas las edades asumamos solidariamente el papel de promotores activos de ese cambio pacífico para reafirmar el significado verdadero de la independencia nacional, con la unidad y cohesión social por nuestra dignidad y bienestar colectivo, en una patria, por todas y todos compartida.
En vista de ello, llamo a todos y cada uno de mis compatriotas, mujeres y hombres, para que nos unamos en voluntad y esfuerzos, por la vía de la seguridad humana, para establecer un orden nacional de dignidad humana y bienestar común, en el cual, con nuestra participación, como ciudadanas y ciudadanos libres y soberanos, prevalezca, en Honduras, la democracia, la libertad, la paz y el desarrollo integral, para todas y todos, sin exclusión ni marginación alguna.