*** El equipo azulgrana sucumbió ante un buen Betis, que aguantó al Barça y que le acabó robando los tres puntos en una gran acción de Canales.
El Barcelona concedió la primera derrota (0-1) desde que Xavi Hernández se sienta en el banquillo del Camp Nou al perder contra el Real Betis en LaLiga.
El Betis marcó cuando los azulgranas se habían volcado sobre el área de Rui Silva tras la entrada de un Ousmane Dembélé que siempre que aparece hace temblar a los laterales del rival. Las mejores oportunidades del Barcelona llegaron cuando el francés se puso el equipo a la espalda, tal y como le había pedido un entrenador que le mima para que renueve lo antes posible, pero la enemistad manifiesta con el gol frenó todos los intentos de un Barça que lo probó de todas las formas posibles. Ni Dembélé, ni Abde acertaron ante el guardameta portugués.
Al equipo de Xavi le sigue pasando lo que le viene sucediendo desde que el egarense asumió el reto de dirigir al club de su vida. Grandes minutos, períodos de incertidumbre y momentos delicados en los que el rival le atropella pudiéndose llevar el partido cuando el equipo parece K.O.
Lo que no había ocurrido hasta ahora, es que los mejores instantes fueran en el tramo final del encuentro, en una última media hora en la que Manuel Pellegrini vio peligrar las opciones de puntuar que había visto claras durante más de una hora de partido. Porque el Betis fue un rival que tuvo sometido durante varias fases a un Barça que todavía sigue reconstruyendo el castillo que se ha ido derrumbando durante las últimas temporadas. Un rival directo, tal y como reconoció Xavi en la rueda de prensa previa.
Pero el gol bético llegó en los mejores minutos locales, justo lo contrario que sucedió en Villarreal, donde el Barça anotó el gol de la victoria tras haberlo podido concretar el submarino amarillo. Dembélé había animado con su electricidad a una afición que se había quedado dormida durante el primer tiempo, la misma sensación que parecían transmitir los jugadores, desconectados y dubitativos, sin la capacidad de encontrar soluciones en ataque, sin recursos y con una idea distinta a la de otros partidos. La presión no era equilibrada, las combinaciones en ataque no salían, había precipitación por llegar a la portería contraria y el conjunto se mostraba demasiado separado entre líneas. Al Barça le faltaron mecanismos y sobre todo, balón. No debió gustarle a Xavi, el máximo garante del método, que su equipo no tuviera el control.
Pero Dembélé hizo despertar a sus compañeros y a los 66.000 espectadores, que volvieron a animar tras una hora tomándose cafés para evitar caer a la llamada insistente de la siesta. El francés desequilibró, generó y provocó ocasiones, pero el Barça sigue negado ante el gol con el oasis temporal del partido en el Estadio de la Cerámica. Con Xavi, cuatro goles en cuatro partidos. Lo relevante es que, hasta hoy, el equipo había mostrado ciertas mejoras.
Este sábado, nada de nada, la misma impresión que con Ronald Koeman. Incluso Araujo y Luuk de Jong acabaron formando juntos en la delantera. Un paso atrás del Barcelona, que debe seguir trabajando duro para evitar firmar una de las peores temporadas de los últimos tiempos. Europa seguirá quedando lejos. Goal/Hondudiario